PALABRA DE VIDA

“Cuarto Domingo, Tiempo Ordinario (ciclo A)”

Santuario, 29, ENERO, 2017

     

 "« Dichosos los pobres en el espíritu"

 

Ambientación

 

         Un domingo más nos reunimos, como una familia, para celebrar el encuentro con el Señor, Jesús, y enriquecer nuestra vida al escucharle y alimentarnos de su mismo Espíritu. La Iglesia nos recuerda que hemos de pedir por la Infancia Misionera. Junto con ello nos propone las bienaventuranzas como el camino de la felicidad, él es el Camino.

         Conscientes de la gozada que es poder celebrar nuestra fe, comenzamos como siempre cuando nos acercamos a Dios,

 

Pedimos perdón

         La celebración de hoy gira en torno a una idea fundamental de nuestra fe cristiana.

         Y se reafirma en todas las lecturas que vamos a proclamar:

                            Dios es quien salva a los hombres.

Pero solamente podrá conseguirlo si encuentra en el hombre una actitud de humilde acogida y el reconocimiento de la necesidad de salvación.

Por eso, desde el comienzo de nuestra celebración hemos de avivar una sincera actitud de apertura a Dios y de confianza en la salvación venida de Él.

         Nos reconocemos pecadores y pedimos perdón por nuestros pecados.

 (Un momento de silencio)

 

Escuchamos la Palabra, para que nos ilumine y afiance en la fe de Jesús:

 

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

         En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
_«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

 

Palabra del Señor

 

Comentario

 

         "Unos amigos me confidenciaban su dolor de padres al ver que sus hijos no les hacen caso. Se empeñan en vivir a su manera trasnochando hasta bien entrada la mañana, consumiendo de manera que no hay dinero que les llegue, durmiendo mal, comiendo peor, fumando mucho y, en consecuencia, llevando mal sus estudios. "A mí me va esta vida, papá; es lo que hacen todos los compañeros; yo soy feliz así y punto". En algunos casos, he sabido de padres, cuyo hijo mayor es modélico y feliz, que lo han esgrimido como argumento para el hijo desmadrado. Un compañero testimonió que en una ocasión en que su hermano había llegado muy tarde, como dormía en la misma habitación, le despertó, y al ver que venía un tanto "cargado", le espetó a bocajarro: "¿No te das lástima destrozando tu vida de esta manera?". De momento, el reproche del hermano le resbaló, pero, al despertar, sereno ya, se convirtió en un revulsivo que le cambió el corazón. Esto es lo que, en cierta medida, les falta a muchos ¿"cristianos"? Preferimos ser felices a nuestra manera.

 

            ¡Cuántas personas sin fe andan errabundas buscando el sentido de su vida por diversos caminos y formas: espiritualidad oriental, yoga, filosofías modernas, diversos maestros que salen al camino...! Viven atormentadas por la incertidumbre: "¿Habré dado con el camino verdadero o estaré equivocado?".

            Nosotros sabemos que nos ha hablado el mismo Dios por su propio Hijo, el Maestro insuperable. Nos cuesta darnos cuenta de este privilegio. Él nos ofrece un sentido, una forma de vivir. Corremos el peligro de no valorarlo, de escucharlo como música muy oída, como orientaciones muy espirituales que no nos dicen gran cosa...

            Cuando Gandhi leyó por primera vez las bienaventuranzas, le produjeron una grata y profunda emoción: "Esto es lo que he estado buscando desde hace años, pero no acertaba a formularlo tan sabiamente". Débil por una huelga de hambre, tuvo que pedir una silla porque se sentía desmayar por la emoción.

 

            Jesús exclamaba: "¡Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra!" (Lc 11,28). ¡Bienaventurados nosotros que hemos podido escuchar estas palabras centrales de su Evangelio! Nos sale del hondón del alma la exclamación de Pedro: "Señor, ¿a quién vamos a ir si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (Jn 6,68).

 

         Jesús proclamó: "Toda la ley y los profetas se condensan en dos consignas: Amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo" (Mt 22,40). En la última cena concentró todavía más su mensaje: "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 13,34). No se desdice al proclamar las bienaventuranzas, porque éstas no son más que variaciones del amor.

         Bienaventurados los que confían en Dios y en los verdaderos valores humanos. Bienaventurados los que buscan el "ser" antes que el "tener" y consideran los bienes como un medio, no como un fin. Bienaventurados los que "comparten" y no "acumulan",

Bienaventurados los que, llevados del amor, hacen suyas las penas y alegrías de los demás; los que, como aconseja Pablo, "lloran con los que lloran y ríen con los que ríen" (Rm 12,15), porque su corazón es ancho, luminoso y soleado, una casa hermosa y no una pobre madriguera.

         Bienaventurados los sencillos, transparentes, sin segundas intenciones ni trampas, como niños según el evangelio, que se relacionan con los demás con confianza, como hermanos, porque se ahorran los sufrimientos de las sospechas, de los juicios temerarios, de miedos inútiles, y tendrán muchos y buenos amigos, vivirán en paz con la gente y gozarán del encuentro con Dios.

 

         Bienaventurados los comprensivos, los misericordiosos que miran a los demás con sensibilidad de hermanos, porque tendrán el corazón en paz. El P. Granada afirmaba: "Hemos de tener para con Dios corazón de hijos, para con los demás corazón de madres, y para con nosotros corazón de juez".

         Bienaventurados los que, movidos por el amor a los maltratados y atropellados, dan la cara por ellos, por el vecino, por el compañero de trabajo, por el familiar, aunque les caiga algún bofetón. "Defendí a un vecino del portal con el que eran

injustos, me costó malas caras, silencios, pero no me importa; tengo la satisfacción y la paz de conciencia de haber logrado que le hicieran justicia".

         Bienaventurados los que saben comprometerse, los que construyen el Reino con su fidelidad profesional, con sus compromisos por una Iglesia y una sociedad mejores, porque

se librarán del hastío, no se contentarán con satisfacciones superficiales, tendrán la alegría de sentirse útiles y una vida con pleno sentido.

         El Evangelio es el manual del verdadero humanismo y, por lo tanto, de la verdadera felicidad. Por eso, aunque se diera el imposible de demostrar que el cristianismo ha sido un sueño utópico, un piadoso engaño para ingenuos, habría que seguir viviendo el Evangelio porque es el mejor proyecto de vida.

 

FELICES LOS POBRES, LOS SENCILLOS Y SINCEROS

 

         Sí, bienaventurados ya en este mundo los que no ponen

su seguridad en los bienes materiales, sino en los valores del espíritu. La excesiva preocupación por los bienes materiales crea dependencia, esclaviza y provoca incontables sufrimientos.

         San Pablo escribe a su discípulo Timoteo: "Los que sueñan con hacerse ricos, caen en tentaciones, trampas y mil afanes insensatos y funestos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición; porque la raíz de todos los males es el amor al dinero; por esta ansia algunos se desviaron de la fe y se infligieron mil tormentos" (1Tm 6,9). Los pobres, los que buscan primordialmente los verdaderos valores, son felices. Preguntémoselo a Francisco de Asís que se desposó con la pobreza. San Antonio María Claret, pobre de solemnidad, testificaba: "No están tan contentos los ricos con su riqueza como yo con mi amada pobreza". La madre Teresa de Calcuta, hablando desde su experiencia, afirmó: "La fe es pobreza; la pobreza es libertad; y la libertad es alegría". Ésta es una experiencia que proclaman todos los pobres según el Evangelio. Es una realidad que se comprueba palpablemente en muchas personas que ponen los bienes materiales en el lugar que les corresponde, personas que podrían acumular para vivir con lujo y ostentación y que, sin embargo, prefieren compartir.

         También los sencillos y sinceros son más felices. Tendrán que soportar desengaños, zancadillas; frecuentemente les tocará perder a nivel social, donde abundan los pillos y tramposos, pero en su corazón reina la paz profunda.

 

Cuento:

 

La niña salió a dar un paseo. En su camino halló una mariposa,

prendida entre las zarzas y agitando sus débiles alas.

 

La niña cogió con todo cuidado a la mariposa y la echó a volar.

 

Ya libre, la mariposa se convirtió en un hada que, agradecida, dijo a la niña:

 

- Quiero agradecerte tu favor. Pídeme el deseo que más quieras, que te lo concederé. Dime cuál es tu mayor deseo.

 

La niña le dijo con sinceridad:

 

- Quiero ser feliz. Indícame cuál es el camino de la felicidad.

La hada se lo susurró al oído, y se fue volando.

 

Desde ese momento la niña empezó a ser otra, feliz. Nadie en el pueblo era tan feliz como aquella niña. La gente empezó a interesarse, y curiosa le preguntaba continuamente por el secreto. Pero la niña evadía siempre la respuesta diciendo que eran un secreto, el secreto del hada. Así llegó a anciana y seguía siendo la mujer más feliz del pueblo, una viejecita realmente feliz, y eso que en su vida, como en la de las demás gentes, no faltaron dificultades.

 

Temerosos de que muriera y se llevara el secreto a la tumba, las gentes del pueblo le insistían más que nunca que les dijese el secreto. Al fin, un día, la viejecita, sonriendo, accedió a descubrírselo. Y les dijo:

 

- Lo que la hada me susurró es muy sencillo; pero para mí ha sido, a lo largo de toda mi vida, el secreto de mi felicidad. Y les dijo:

 

Aunque las personas parezcan que no necesitan de nadie, no lo creas. Todos te necesitan... Yo he vivido siempre con la seguridad de que todos necesitaban de mí; me he dado a ellos, y eso me ha hecho feliz.

 

Es el momento de hacer silencio, meditar......... Pidamos al Señor por intercesión de nuestra madre la Virgen de la Cabeza.

 

1. Para que la Iglesia, con su doctrina y su ejemplo siga proclamando que la salvación viene de Dios y no del poder humano. Roguemos al Señor.

 

 2.- Por todos los cristianos; para que seamos capaces de descubrir las señales del Reino de Dios, en medio de un mundo violento, competitivo y egoísta. Roguemos al Señor.

 

 3. Para que, todos los ciudadanos y en especial, nuestras autoridades orientemos esfuerzos y recursos hacia los más pobres y necesitados de este mundo. Roguemos al Señor.

 

 4.- Para que nuestra comunidad parroquial, abra sus puertas y sus voluntades a todo proceso humano que busca el bien desinteresado de los demás. Roguemos al Señor.

 

Señor, concédenos lo que tú bien sabes necesitamos.

 

 

Damos  Gracias

         Es el momento de dirigirse a Dios para:

                   Te damos gracias por habernos indicado el camino para acogerte, para preparar nuestra tierra, para creer en ti, Padre nuestro, ¡no hay que hacer nada extraordinario!

                  Basta con tener un corazón limpio y sin engaños, basta con tener una mirada amable y sin malicia, basta con poner en los labios la sonrisa y el gozo, basta con abrir las manos para dar y compartir, basta con escuchar y ser fiel a tu Palabra, basta con amar, sin regatear el cariño.

¡Basta con oír tu llamada y cambiar de vida, Padre!

Puedes venir, Padre; la tierra y sus habitantes, gracias a ti, cambian los colores de la vida".

¡Feliz Semana!

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